domingo, octubre 08, 2006

SECUESTRAN Y HUMILLAN A REPORTERO EN CHIAPAS

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. A 07 de octubre, 2006.


A la opinión pública
A los organismos de derechos humanos
A las organizaciones de periodistas
A los reporteros independientes
A las autoridades correspondientes

Esta vez me tocó y he decidido no quedar callado

Por este medio recurro a usted o a ustedes para hacer pública la denuncia de privación ilegal de la libertad de la que fui víctima este fin de semana por un grupo comandado por el diputado federal Víctor Ortiz del Carpio, y la amenaza de muerte que cierne sobre mí.

El viernes, 06 de septiembre de este año, viajé al ejido San Rafael, Pueblo Nuevo Solistahuacán, para realizar –bajo comisión de la casa editorial donde laboro, Cuarto Poder- un trabajo periodístico sobre los planteamientos de los mismos habitantes del lugar respecto a si éste pertenece al municipio Pueblo Nuevo Solistahuacán o al municipio Huitiupán.

Llegué alrededor de la una de la tarde, “horario normal de ellos”, y me contacté primero con unas familias para que me orientaran sobre el tema, luego procedí a hacer algunas fotografías (mayoría fotos de la colonia, desde una quebrada, y tres de un área utilizado para cancha de básquetbol y el resto de las primeras personas que había entrevistado), pero un poco después de las cuatro de la tarde una persona, sentada frente una casa en la calle central, me increpó por andar tomando fotos y casi inmediatamente se sumó otro que en tono prepotente me dijo que me estaba metiendo en riesgo.

Le expliqué que las fotografías eran tomas abiertas, es decir, de la colonia, y nada de casas particulares ni personas que no consintieran se les tomara foto, y casi al final de una charla que duró casi media hora logró bajar el tono de su voz y se comprometió ayudarme a localizar a una persona, Horacio Ortiz del Carpio, a quien me habían comentado forma parte del grupo que se identifica con Huitiupán, y de contactarme con las autoridades ejidales, el Comisariado Jerónimo Pérez Sánchez, agente municipal Humberto Gómez López y el consejo vigilancia Miguel López Sánchez, los dos primeros los encontraría más tarde en la oficina de la agencia municipal, acompañados por Heberto Ortiz del Carpio y otra persona de la que no conozco su nombre, y el último afuera de la instalación junto con Jorge Ortiz del Carpio (quien también ya me había agredido verbalmente en la calle) y un promedio de diez personas más.

Como a las cinco y media, bajo un aguacero, escuché que una persona me convocaba en alta voz a la agencia para platicar sobre el asunto, a donde, pese a la advertencia de una señora de que no lo hiciera, me dirigí para obtener las entrevistas que vendrían a complementar mi trabajo. Llegué. La recepción fue fría, y de entrada fue el reclamo de por qué había pisado las calles de la colonia sin tener permiso alguno y de por qué y para quién estaba realizando el trabajo. Inmediatamente le pusieron seguro a la puerta.

Expliqué que me había comisionado el periódico Cuarto Poder y agradecí la oportunidad que me daban para acceder a más información, porque ellos ya se habían definido como parte del grupo que pertenece a Huitiupán.

El presidente del Comisariado, Jerónimo Pérez Sánchez, insistió nuevamente de por qué no me dirigí primero a su grupo, pero, como le comenté que ellos sí estaban incluidos en el plan de trabajo, logró bajar su tono y, tras un carpetazo sobre el escritorio, comenzó a explicar de manera rápida que las tierras y ellos pertenecían a Huitiupán y no había vuelta de hoja.

Le pedí de favor me proporcionara unas copias. Lo hizo: me entregó copias de tres documentos. Pero en eso entró el suplente Efraín Pérez Torres con la orden directa de que no se me entregara documentos. Devolví dos documentos, y en eso escuché: “aquel nos ordena que no entreguemos los papeles. Hay que amarrarlo y meterlo a la cárcel”. “¡Sí, hay que meterlo a la cárcel”, secundó otra persona.

En eso solicité me dejaran ir, pero no lo logré. Contra mi voluntad me quedé sobre la silla. Heberto Ortiz se colocó junto a la puerta, y afuera se escucharon tres propuestas: “quítenle la cámara”, “hay que sacarlo del ejido y dejarlo a mitad de camino”, “hay que cortarle el pelo, quitarle pantalón, bañarlo con gasolina y prenderle fuego”, pero adentro Efraín Pérez Torres insistía en que se me amarrara y metiera a la cárcel, además de quitarme la cámara.

Heberto Ortiz Carpio, quien al interior permanecía de espalda a la puerta ya cerrada con llave, se asomó en un resquicio y dijo a los de afuera que yo pertenecía al grupo que apelaba a “una carta precaria” y se identifica con Pueblo Nuevo Solistahuacán.

Los de afuera -que eran como diez; fue lo que calculé luego de quedar libre casi dos horas después de permanecer encerrado- varias veces intentaron forzar la puerta, pero el Comisariado, el que ya guardaba un poco de calma junto con el agente municipal, sugirió que en el caso “sólo lo que diga el diputado (federal) Víctor Ortiz del Carpio, el manda”, es decir, mi situación y mi integridad dependían de lo que decidiera el diputado federal que en ese momento se encontraba en Villahermosa y con el que se estaban comunicando, pues así lo había referido el Comisariado suplente Efraín Pérez Torres al salir casi corriendo (solicitaba quitaran por ratos la llave a la puerta) para contestar las llamadas o marcarle a su teléfono al diputado federal.

Heberto Ortiz del Carpio, hermano del diputado, era el más decidido a que ya se me juzgara de acuerdo a la “ley del pueblo”, o sea, de unas 10 o 15 personas coordinadas, como lo reiteraron varias veces, por el diputado federal, y “que les valía” si interponía o no una demanda penal.

El presidente del Comisariado repitió, junto con el suplente, que estaban molestos porque no los había entrevistado primero, porque había pisado las calles sin tener algún documento-permiso, porque ellos no quieren se publique nada sobre el asunto (momento en que Heberto Ortiz me advirtió que me atenga a las consecuencias si publico algo) y porque estaba tocando intereses políticos, y esos casos, según la gente de afuera, entre ellos el consejo de vigilancia Miguel López Sánchez y Efraín Pérez Torres, sólo merecía la ley del pueblo: morir quemado con gasolina, amenazas que el hermano del diputado federal, Heberto Ortiz, quien no pocas veces reiteró que se sentía protegido por su hermano y que ahí sólo él mandaba, reiteró que se cumpliría si yo no cambiaba de opinión, es decir, si yo no aceptaba no publicar la información.

Pero en un momento escuché que echaban a suerte mi integridad física o mi vida: unos proponían cárcel, otros gasolina, otros un balazo, otros que se me abandonara a mitad de camino, pero al final se impuso lo de la entrega de la cámara previa eliminación de todo el trabajo fotográfico y una solicitud que hice para que una persona de la autoridad llamara al periódico y corroborara mi relación con la empresa.

Ante el tajante rechazo de Heberto Ortiz, el Comisariado logró que se hiciera la llamada, previa aclaración de que la última palabra la tenía el diputado federal Víctor Ortiz del Carpio, al que afuera le decían el “mero mero”.

Se hizo la llamada, pero casi al mismo tiempo unas personas que a lo lejos habían presenciado mi retención durante dos horas (17:40 a 20:00 horas) marcaron al Cuarto Poder, porque les había obsequiado con un ejemplar del diario y ahí están los números.

Ante la intervención de los directivos del periódico, recobré la libertad bajo amenaza de que me va a “cargar la madre” por si publico el trabajo, pues ellos tienen el peso hasta en México: la última palabra lo tiene el diputado. Efraín Pérez Torres me hizo entender que mi caso, es decir la retención, estaba coordinado por el diputado federal.

Después de salir con una hoja más en la mano, una que las propias autoridades ejidales que dijeron estar al mando de Víctor Ortiz del Carpio habían firmado y sellado, en la que afirman haberse quedado con la cámara, me dirigí a la casa donde había dejado una mochila, y hoy a las 5 de la mañana tres personas voluntarias me acompañaron durante el tramo San Rafael, Pueblo Nuevo Solistahuacán, a Simojovel de Allende.

Los hombres del diputado federal me advirtieron que no estoy libre de sus leyes, pese a que me retuvieron contra mi voluntad dos horas bajo llave (situación que no quiero ni imaginar en qué hubiera terminado contra mi persona por si no hubiera intervenido el periódico), me despojaron de un equipo de trabajo, me destruyeron unos trabajos, me torturaron psicológicamente, me amenazaron de muerte.


Atentamente

Abenamar Sánchez
Reportero

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