jueves, abril 17, 2008

Asesinatos, insultos, amenazas, presiones…

Itinerario Político
Ricardo Alemán
17 de abril de 2008
EL UNIVERSAL

Asesinatos, insultos, amenazas, presiones…
Revelaciones confirman el México caciquil
Para los fanatismos políticos es delito pensar distinto

E l oficio periodístico en México es de muy alto riesgo. En este país los periodistas ponen en riesgo su vida de manera cotidiana —más los que informan en regiones controladas por narcotráfico y crimen organizado, y en donde mandan horca y cuchillo de caciques locales—, y por absurdo y ofensivo que parezca, son parte del paisaje periodístico cotidiano asesinatos, desapariciones, amenazas, insultos, presiones y hasta amagos legales.
Así, apenas el pasado 7 de abril se sumaron a esa larga lista de impunidad criminal las vidas de Felícitas Martínez Sánchez y Teresa Bautista Merino, periodistas ultimadas en San Juan Copala, Oaxaca, por matarifes a sueldo de caciques locales que vieron en peligro sus negocios porque, desde la modesta estación de radio comunitaria, las jóvenes “despertaban la conciencia del pueblo”. Es decir, en la comunidad de Copala, Oaxaca, es una suerte de delito informar, orientar, opinar y criticar.
Desde las frecuencias comunitarias de Radio Copala, La voz que rompe el silencio, las jóvenes Felícitas y Teresa, de 22 y 24 años de edad, desempeñaban una actividad periodística básica: orientar a la comunidad sobre programas sociales —ayuda a marginados, salud y derechos humanos— y de organización, defensa legal y derechos comunitarios. “Eso era una amenaza para esos líderes corruptos, por eso las mataron”. Revelación que indigna pero que confirma el México caciquil y su cauda de impunidad. En Oaxaca, como en muchas otras regiones del país, “la muerte tiene permiso”.
Y también la amenaza de muerte tiene permiso, en este caso en la ciudad de México, en donde Silvia Otero —profesional y valiente reportera de EL UNIVERSAL—, quien habría sido víctima de veladas amenazas de muerte por parte del abogado Omar Cerecedo, supuesto defensor del narcotraficante y ex militar Daniel Pérez Rojas, El Cachetes, ex jefe de escoltas del cártel del Golfo. Resulta que también en este caso la periodista Silvia Otero habría cometido esa suerte de “delito” que en México es informar.
En exclusiva, Silvia Otero reportó que uno de los detenidos en Guatemala apenas el pasado 8 de abril era el narcotraficante Daniel Pérez Rojas, uno de los más buscados por la policía mexicana. La reacción fue la barbarie contra el mensajero. Según la versión de la periodista, a través de su celular Silvia fue amenazada de muerte por el abogado del narcotráfico Omar Cerecedo. Otra vez una muestra contundente de que la información quiere ser convertida en propiedad privada; que los poderes fácticos del crimen organizado han convertido en delitos —en su personalísimo código de criminalidad— los derechos básicos de informar y estar informados.
Pero las amenazas de muerte provenientes del crimen organizado tampoco son exclusivas de las bandas criminales. Por increíble que parezca y por absurdo que se antoje, las amenazas, los insultos, las agresiones y las expresiones de odio contra los periodistas aparecen todos los días, salen de todos los estratos sociales y se lanzan contra todo aquel que no piensa igual que el generador de la amenaza y el insulto.
Desde los meses previos a julio de 2006 y hasta hoy —lo que de suyo significa que vivimos ya tres años continuos de intolerancia al periodismo crítico e independiente—, para los fanatismos políticos de la derecha o de la izquierda resultaba y aún resulta un delito pensar distinto, no coincidir con las ideas de los prohombres, cuestionar sus despropósitos, reclamar congruencia política, pedir ética, un poco de autocrítica y, no se diga, criticar.
Para amplios sectores sociales, sean fanáticos de los amarillos o de los azules, los periodistas, columnistas, editorialistas, opinadores, conductores de radio y televisión que no piensan como ellos, que tienen una visión distinta sobre los hechos, que cuestionan o critican a sus deidades políticas, son traidores a la patria, vendidos, enemigos de los pobres… El reino de la intolerancia, el culto al pensamiento único, la negación de libertades básicas como la de expresión. Y, en suma, el rechazo de los básicos de la democracia.
Y si creen que ahí termina el asunto, se equivocan. También desde los liderazgos que se dicen de izquierda, también entre aquellos que reclaman el título de demócratas y liberales, se cuecen habas. Sí, sólo basta recordar la barbarie lanzada desde la plaza pública por el entonces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien ordenó quemar en leña verde a los periodistas que pensaban distinto, que no aceptaban sus ocurrencias, que criticaban sus decisiones locuaces. ¿Cuál fue la orden?
Pues ésa, alentar el odio contra el que piensa distinto, calificar de traidores a los periodistas críticos, ponerlos a merced de la turba, porque, claro, “la gente” los pondrá en su lugar. ¿Y cuál es ese lugar? El del sometimiento, la censura, el pensamiento único. El regreso a los tiempos de la barbarie y la antidemocracia del viejo PRI. El que no está conmigo está en mi contra. ¿Y qué pasó apenas el domingo último? Pues otra vez, desde la plaza pública fueron calificados de traidores a la patria, de conciencias vendidas, apátridas y enemigos de los pobres los periodistas, analistas, columnistas y opinadores que se atrevieron a criticar el gorilazo lanzado por AMLO contra el Congreso.
Tampoco aquí acaban los crímenes, amenazas, insultos y presiones al periodismo crítico e independiente. También hay embates institucionales, como la estúpida iniciativa que ayer se debió aprobar en San Lázaro sobre el derecho de réplica; reforma promovida por uno de los sectores más atrasados y conservadores del PAN, y que, ante la sorpresa de todos, también apoya lo más conservador del PRI y el PRD. Y a reserva de que abordaremos el tema en otro momento, no podemos dejar de lado el grave riesgo que corren las libertades de prensa. Y, sí, quieran o no, pretenden regresar a los tiempos de la censura.

aleman2@prodigy.net.mx

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