jueves, noviembre 06, 2008

Blancornelas, su legado




Lo despidieron de cinco periódicos por su línea crítica de periodismo independiente. Dueños de medios sucumbieron a las presiones del Gobierno hasta que creó sus proyectos periodísticos. Antes de ZETA, perdió otro periódico. Nunca se cansó. No lo asesinaron las balas del narcotráfico. Jesús Blancornelas, custodiado por el Ejército Militar y aguerrido periodista, no murió de cáncer aunque sí lo padeció. Su legado, queda impreso.

Personal Editorial de ZETA

J. Jesús Blancornelas murió a consecuencia de una pleuresía.

Aunque en octubre de 2005 le fue diagnosticado un cáncer de pulmón, no fue este mal el que terminó con su vida la madrugada del jueves 23 de noviembre.

Cuando niño, aficionado a nadar en albercas, ríos o arroyos, atravesó por una pulmonía que lo encamó y le dejó el pulmón izquierdo marcado con la pleuresía. A lo largo de su vida, en diferentes años, padeció esta enfermedad que le hacía acumular agua en el pulmón, y le provocaba dificultades para respirar.

La última vez, en mayo de 2006, pasó por una operación delicada que lo postró en cama por muchos meses, hasta ya no levantarse.

Con aplicaciones de quimioterapia, había logrado controlar el cáncer. Las células cancerígenas no crecieron hasta apoderarse de otros órganos de su cuerpo. De hecho, debido a la pleuresía el pulmón afectado se colapsó, encerrando así el cáncer en un inservible órgano.

Sus últimos días los vivió tranquilo, agotado, cansado. Con la ayuda de un pulmón y una conexión de oxígeno para respirar.

El domingo 19 de noviembre, se internó en el Hospital del Prado. Poco a poco, su pulmón sano, adolecido acaso por un disparo en noviembre de 1997, dejó de funcionar.

El Director Fundador de ZETA culminó así su vida.

Días antes se despidió de familia y compañeros. Habló por teléfono, pero no volvió a tomar una pluma para escribir.

Respetuoso de sus compañeros, a partir de su retiro el 28 de febrero de 2006, se dedicó a los cuidados de su salud y a atender a su esposa e hijos. Habían transcurrido 50 años de periodista y estaba por cumplir, los 70 años de edad.

La última vez que escribió un reportaje para ZETA, fue la primera semana de septiembre. Lo tituló “La ruta del narco” y explicó cómo en sur, norte, este y oeste, existían los caminos para el paso ilegal de la droga de Centro América y México a los Estados Unidos.

Hasta el último momento de su vida, Jesús Blancornelas fue custodiado por catorce elementos del Ejército Mexicano, del Grupo Aeromóviles de Fuerzas Especiales.

La mañana del 27 de noviembre del 97, luego del atentado, hasta las instalaciones del Hospital Del Prado, llegó el General de la Zona Militar en Tijuana, Don Rigoberto Castillejos Adriano, para hacerse cargo de la seguridad física del periodista.

Castillejos Adriano llegó por órdenes del General Secretario de la Defensa, Enrique Cervantes Aguirre, quien a su vez obedecía la consigna del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.

El Mandatario Nacional consideró que era necesaria la custodia, para salvaguardar la libertad de expresión contra el crimen organizado en México. Se dijo y se investigó, que el ataque a Blancornelas fue orquestado por el cártel de los hermanos Arellano Félix, entonces prófugos Benjamín y Ramón.

Siete periódicos

El legado periodístico de Jesús Blancornelas se encuentra distribuido en siete periódicos en tres estados: San Luis Potosí, Sonora y Baja California.
Inició en abril de 1955 en la sección deportiva de “El sol de San Luis”, adonde llegó por azares del destino, cuando participaba en competencias ciclistas (su pasión de antaño) y el reportero Rubén Téllez Fuentes lo invitó a escribir las reseñas del deporte.

Cubrió entonces la vuelta ciclista de México y alcanzó la jefatura de la sección deportiva. Hasta 1960 cuando llegó a Tijuana, Baja California, y se integró como reportero cubre turnos en “El Mexicano”. Los próximos cuatro años, trabajó como reportero especial, y en el mismo “El mexicano”, pasó por la Secretaría de Redacción, la Jefatura de la Redacción Tijuana y finalmente Jefe de Redacción Central.

Lo corrieron por su línea independiente y directa en tiempos que el PRI-Gobierno, no aguantaba la crítica y censuraba la prensa.

Blancornelas se fue a Mexicali. En 1964 fue nombrado Subdirector del periódico “La Voz de la Frontera”, y desde 1968 y hasta 1973, lo dirigió, respondiendo a un grupo de empresarios propietarios del periódico.

También de ahí lo despidieron ante las quejas del Gobernador, Milton Castellanos. Una vez más, su periodismo independiente, crítico y de investigación, fue el motivo de su salida.

Lo llamaron entonces de “El Imparcial” de Hermosillo, Sonora. Apenas lo dirigió un año, en 1976, cuando salió por las mismas razones que todos los medios anteriores.

Por eso, determinado a no ser una vez más despedido de un periódico por su línea independiente de investigación, fundó con otros periodistas de Tijuana, el “ABC”.

El Gobierno en turno no lo aguantó mucho tiempo. En 1979, a través del Sindicato y otros desleales compañeros, tomaron por asalto las oficinas, lo destituyeron de la dirección y más tarde lo acusaron de fraude.

Estas represiones al periodismo de Blancornelas no lo amilanaron. En 1980, con Héctor “El Gato” Félix, fundó ZETA. Lo imprimieron desde su inicio en los Estados Unidos, para no correr una vez más el riesgo de que el gobierno se los arrebatara, o que los presionaran con papel o a través de la prensa.

Finalmente, a pesar de muchos dolores, represiones, atentados y asesinatos, el proyecto de J. Jesús Blancornelas llegó a los 26 años el 11 de abril de 2006.

Los reconocimientos

Por muchos años, Blancornelas no fue profeta en su tierra.

Organismos, medios, instituciones educativas y otras no gubernamentales, le reconocieron su trabajo periodístico.

Recibió el premio “Maria Moores Cabot” en 1998. Lo otorga la Universidad de Columbia en Nueva York, Estados Unidos, y es el equivalente al Pulitzer, pero en este caso para periodistas extranjeros.

Antes, en 1974 el Servicio de Información de los Estados Unidos lo había distinguido como mejor director de periódicos de la frontera norte.

El Comité para la Protección a los Periodistas, en Nueva York, le otorgó en ‘96 el Premio a la Libertad de Prensa. Años más tarde sería nombrado uno de los 50 periodistas más importantes del mundo, al tiempo que recibió el Premio Mundial de Periodismo por la UNESCO, en 1999 durante una ceremonia en Colombia.

Después vendrían los reconocimientos nacionales.

Dos veces Premio Nacional de Periodismo. Un reconocimiento en el Congreso de Baja California y otro en la Cámara de Diputados Federal.

Reporteros sin Frontera, con sede en Francia, también lo reconoció.

Fue el primer periodista en recibir el Premio David Peral por parte del Club de Prensa de Los Ángeles.

Ahí quedan también, placas, trofeos, medallas, esculturas y recuerdos del reconocimiento al trabajo periodístico de un hombre que fue contra la corriente oficialista y creó, en el noroeste del País, el periodismo independiente.

Los últimos nueve años

En la primera “Dobleplana” publicada después del atentado sufrido, Blancornelas escribió en la edición del 9 al 15 de enero de 1998:

“Gracias a Dios, a mi fiel Amigo Luis Valero (escolta personal quien perdiera la vida en el atentado) y a la maravillosa ciencia médica estoy vivo”.

Ya entonces era custodiado por la escolta militar que vigilaba de manera celosa sus trayectos en la ciudad, en el país y en el extranjero. Siempre bajo una rígida logística, planeación estratégica y de inteligencia para esquivar un segundo atentado.

Dejó de lado los actos públicos, reuniones en lugares concurridos.

Para suplir sus visitas a misa, los sacerdotes Arturo de la Torre, Luis Velásquez y el diácono Ausencio Aguirre, lo visitaban cada semana.
Sus salidas se redujeron:

“Normalmente sólo voy de casa a ZETA y de regreso. Cuando en vez asisto a una reunión, previa revisión para seguridad. No puedo ir a un restaurante porque las personas que me protegen tienen instrucciones de estar a mi lado. Y como traen armas largas, considero que primero se alarmarían los comensales, luego se molestaría el dueño y finalmente nadie estaría a gusto”, así describía su nueva vida Blancornelas.

Esto no fue todo. Compras y paseos de relajación quedaron atrás.

“Ni salgo de compras. Ni acudo como antes a lugares de diversión. Son contados los actos públicos a donde asisto. Y contrario a lo que ya era costumbre, ahora casi no viajo ni voy cada mes en descanso al hotel Las Rosas de Ensenada”.

Así, los contactos más cercanos fueron con el ejército y seguridad de otros países, en sus visitas a Estados Unidos, tres ocasiones la Policía de San Diego e inclusive el SWAT le brindaron protección. Una vez más lo haría el Servicio Secreto de Nueva York.

Mientras en México y más de una vez, le correspondió a la Policía Federal Militar “sus agentes fueron cuidadosos, discretos y amables”. Toda esta protección junto a un pesado chaleco antibalas capaz de soportar los proyectiles de “cuerno de chivo”, lo cansaron. De igual forma sus hijos tuvieron que estar custodiados y enchalecados.

Todos estos operativos y situaciones de cuidados afectaron de una u otra forma a su esposa y compañera de toda la vida, la señora Genoveva Villalón de Blanco, a quien Blancornelas describió días después de su atentado:

“De mi esposa recibo el más valioso de los apoyos y bendiciones. Y me duele la angustia que vive cuando salgo de la casa a trabajar. Pero gozosa de alegría cuando regreso. Se la vive en casa. Prácticamente no sale”.

De esa vida custodiada, aún sacó fuerzas para cumplir 26 años en la dirección de ZETA. De donde se fue dejando un legado de periodismo independiente, de enseñanza, de cátedra.

Quedan sus méritos, el recuerdo impreso del periodista que fue Jesús Blancornelas. Los reporteros que formó, y las páginas que llenó.

Siempre, como hoy, 24 de noviembre de 2006, Libre como el Viento.

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